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Discurso de D. Enrique Osorio: La creación de la Sociedad de Condueños (1850-1851): ilusión en la decadencia

Discurso de D. Enrique Osorio: La creación de la Sociedad de Condueños (1850-1851): ilusión en la decadencia

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Discurso de D. Enrique Osorio, Presidente de la Asamblea de la Comunidad de Madrid, con motivo del acto inaugural de las celebraciones por el 175 aniversario de la creación de la Sociedad de Condueños.

La creación de la Sociedad de Condueños (1850-1851): ilusión en la decadencia 

Enrique Ossorio Crespo

 

Conferencia pronunciada el día 14 de octubre de 2025 en el paraninfo de la Universidad de Alcalá con ocasión del 175 aniversario de la Sociedad de Condueños

Es realmente un honor impartir hoy esta lección sobre una institución tan admirada y querida por mi como es la Sociedad de Condueños de los Edificios que fueron Universidad de Alcalá de Henares. Y, además, hacerlo en el contexto de su 175 aniversario y en un lugar tan impresionante como este Paraninfo. He pensado que podría ser interesante describir la situación histórica de Alcalá de Henares y de España en el momento en el que los condueños originales tomaron la decisión de proteger el patrimonio histórico y cultural de su ciudad y garantizar que volviera a ser sede universitaria. Conociendo el contexto en el que sucedió el nacimiento de la Sociedad de Condueños valoraremos todavía más esa hazaña.

Para ello voy a analizar, en primer lugar, la historia del siglo XIX en España y los avances de la Década Moderada (1844-1854). A continuación, abordaré la decadencia de Alcalá de Henares y su Universidad en los siglos XVIII y XIX, la descripción de la ciudad de Alcalá en el Diccionario Geográfico de Madoz y los hechos concretos que acontecieron en los años 1850 y 1851 en Alcalá de Henares y Madrid mientras los condueños adquirían los inmuebles de la antigua universidad y se constituían en sociedad. Finalmente, describiré la transformación de Alcalá de Henares desde una ciudad universitaria a una ciudad militar.

 

El siglo XIX en España

El siglo XIX fue realmente catastrófico para nuestro país. Se inició con la Guerra de la Independencia, tres guerras carlistas ensombrecieron las décadas centrales de la centuria, hubo múltiples sublevaciones militares y la desastrosa I República complicó aún más la situación en 1873. Para acabar, la Guerra de Cuba puso fin a los restos de aquel imperio en el que no se ponía el sol. El siglo empezó con la grave derrota de la armada española y la francesa en 1805 en Trafalgar. Esto marcó el destino de nuestra marina que, tras triunfar en el siglo XVIII, cayó en una irremediable decadencia. Algo muy grave puesto que España tenía posesiones distribuidas por todo el mundo y no podía faltar la comunicación entre ellas.

Tres años después se inicia la Guerra de la Independencia, sin duda, una hazaña heroica de los españoles. Mientras que otras importantes naciones europeas como el Imperio austríaco, Prusia, etc. se rendían ante el genio militar de Napoleón y su ejército tras las victorias francesas en las batallas; nuestros antepasados no se comportaron así. Napoleón y sus mariscales podían vencerles una y otra vez, asaltar ciudades tras durísima lucha, pero, inmediatamente, se volvían a formar nuevos ejércitos y guerrillas que no cedieron un momento en su empeño y su sacrificio. El pueblo español no consintió que vinieran unos extranjeros que no aceptaban sus tradiciones y que querían quebrar su independencia. Tenemos que estar muy orgullosos de esto, solo España y Rusia no rindieron pleitesía a Napoleón y, por eso, con la ayuda de Inglaterra, acabaron venciendo al ejército más poderoso de su época. Pero desde el punto de vista de la pérdida de vidas humanas, destrozo de monumentos artísticos y hundimiento de la economía nacional, este conflicto bélico fue un desastre que marcaría todo el siglo XIX. Sin ir más lejos, esta guerra adelantó y provocó en buena medida la independencia de los territorios españoles en América entre 1809 y 1829.

La Guerra de la Independencia fue solo el principio. Desgraciadamente, el siglo XIX español estuvo plagado de conflictos civiles y, así, en 1849, el año anterior al inicio de la hazaña de los condueños, había finalizado la Segunda Guerra Carlista. Esta contienda se desarrolló fundamentalmente en Cataluña y se extendió entre los años 1846 y 1849. La Primera Guerra Carlista había sido mucho más dura para España puesto que se alargó entre 1833 y 1840 y llenó de muerte y destrucción nuestra geografía. Los efectos sobre la economía y el patrimonio histórico fueron también demoledores. Nuestro país estaba en decadencia y Alcalá de Henares también.

La Década Moderada

Acercándonos al momento de la creación de la Sociedad de Condueños, me gustaría hablar de la Década Moderada. Una vez que Isabel II obtuvo la mayoría de edad, gobernó en nuestro país el Partido Moderado, entre 1844 y 1854, dirigido por el general Narváez. Su primer ejecutivo logró varios avances en nuestro país: la creación de la Guardia Civil en 1844, la aprobación de la Constitución de 1845, la reforma fiscal de Alejandro Mon, que modernizó la tributación en España, y la paralización de la Desamortización.

En 1848 el general Narváez sofocó las sublevaciones que se produjeron en España contagiadas por la oleada revolucionaria de Europa, y consiguió gran prestigio por ello. Se trató de una serie de movimientos revolucionarios de corte liberal contra las monarquías de nuestro continente. Se extendieron por Francia, donde cayó el rey Luis Felipe de Orleans y se proclamó la II República, Austria, Hungría, Alemania, Italia, etc. En el caso de los Estados Pontificios el papa Pio IX tuvo que huir de Roma y se proclamó la Segunda República Romana. Varios reinos europeos enviaron tropas para defenderlo, entre ellos España, y el sumo pontífice pudo retornar a su capital en 1850. En general, y de la misma forma que sucedió en España, la mayor parte de estas insurrecciones fueron reprimidas en poco tiempo.

Volviendo a la Década Moderada, fue muy destacado el mandato de Bravo Murillo, también del Partido Moderado, entre 1851-1852, en el que se produjeron avances notables: se reorganizó la Deuda Pública, se realizó el Proyecto de Código Civil y se promulgaron la Ley del Notariado, la Ley Hipotecaria y la Ley de Enjuiciamiento Civil, normas básicas de nuestro ordenamiento jurídico. Además, se dictó la Ley de Funcionarios, que modernizó nuestra Administración para profesionalizarla y evitar que los empleados públicos accedieran por afinidad política o simple enchufe. Un aspecto de la vida cotidiana que se inició en España el 1 de enero de 1850 y que ha perdurado hasta nuestros días, fue la utilización de los sellos de correos en el franqueo.

Centrados en Madrid, se proyectó y construyó el abastecimiento de aguas de la capital: el Canal de Isabel II. Esta empresa se constituyó el mismo año que los condueños -1851- pero las obras se extendieron hasta 1858. Había que construir una presa y un canal de 70 kilómetros. También debemos a Bravo Murillo el plan nacional de construcción de vías férreas. Previamente, en 1848 entró en funcionamiento la primera línea de ferrocarril de la península ibérica entre Barcelona y Mataró. La línea férrea pionera en España se había construido en Cuba en 1837. Mas cerca de Alcalá de Henares estaba en construcción la línea entre Madrid y Aranjuez, que se inauguraría en 1851, y la estación de Alcalá, que abriría sus puertas en 1859.

Como hemos podido ver, la Década Moderada tuvo gran importancia en la construcción de la España contemporánea y fue un momento de luz dentro de la historia del Siglo XIX.

Decadencia de Alcalá de Henares y su universidad

Alcalá de Henares inició una clara decadencia en el siglo XVIII que continuó en el XIX. La consolidación de un estado centralista con capital en Madrid, la ciudad más poblada e influyente del país perjudicó a Alcalá en muchos factores. Por otra parte, la Universidad también entró en decadencia, a pesar de que había conocido en los siglos XVI y XVII una época brillante y de excelencia en la que llegaría a albergar 3.000 alumnos por curso entre 1600 y 1650, siendo una de las tres universidades más importantes de España, junto a Salamanca y Valladolid.

Desde los inicios del siglo XVIII la situación de las universidades españolas no fue buena, porque no satisfacían las necesidades de la sociedad civil, pero la deriva de Alcalá fue todavía peor. Las razones están en el inmovilismo que le llevó a mantener una estructura educativa similar a la del siglo XVII. Así, los estudios se centraban en la teología y en la metodología escolástica y se desatendían las enseñanzas prácticas y experimentales que demandaba su tiempo. Además, se rebajó la calidad de profesorado y la exigencia a los alumnos. Finalmente, fue inoperante la forma de gobierno y la administración de los recursos, basadas en los privilegios. Las reformas que se emprendieron en la época de Carlos III no consiguieron revertir la situación.

La Guerra de la Independencia también fue muy negativa para nuestra ciudad, aunque permaneció ajena a los combates hasta que la guerrilla de El Empecinado empezó a operar en la zona en el tramo final del conflicto. Los franceses causaron muchos destrozos y cobraron impuestos abusivos a sus habitantes. Se ensañaron especialmente con los conventos. Así, por ejemplo, convirtieron en hospital militar el convento de San Diego, previo saqueo de sus objetos valiosos. También destrozaron el convento del Santo Ángel o el oratorio de San Felipe Neri, que transformaron en granero. Robaron los objetos litúrgicos, las campanas, despedazaron los retablos para aprovechar la madera o los quemaron para fundir el pan de oro. Actuaron de la misma forma con las ermitas, la de San Isidro y la de la Virgen del Val, que fue saqueada e incendiada, y también con los centros de enseñanza: Compañía de Jesús, Basilios, Mercedarios Calzados y Manriques.

Tras la victoria en la guerra contra los franceses, la situación de la universidad no mejoró. Vicente de la Fuente, teólogo, historiador y jurista, estudió en Alcalá de Henares y fue rector de uno de los colegios complutenses entre 1831 y 1842; por tanto, asistió al cierre de la universidad y de los colegios universitarios. En su Historia de las Universidades describe la decadencia que allí vivió en primera persona. En primer lugar, por el descendente número de alumnos. Entre 1825 y 1837 hubo una media de 464 alumnos por curso. En segundo, por el fracaso de los alumnos a la hora de obtener titulaciones. En su análisis de los alumnos matriculados en Lengua y Matemáticas, los logros obtenidos no podían ser peores: de los 10 matriculados en Retórica, ninguno aprobó curso; de los 17 de Griego, sólo aprobaron tres; en Hebreo superó el curso uno de los 14 matriculados; en Matemáticas, tres de 24, etc. En tercer lugar, Vicente de la Fuente se escandalizaba de las costumbres de los alumnos. Así decía que los estudiantes vivían licenciosamente y leían libros impíos o las novelas más obscenas. Además, “se dedicaban al juego y a las escandalosas y abyectas rameras de Alcalá, no escasas”. “Algunos, después de comulgar y recoger la cédula de comunión, sin tragar la Sagrada Forma, la dejaban cautelosamente en la pila del agua bendita”. “El día de San Fernando de 1835 el capellán se encontró cuatro Formas que flotaban en la pila del agua bendita”.

Con ocasión de la revolución que acabó en Francia con el reinado de Carlos X, Fernando VII decretó la suspensión de las clases en las universidades en 1830, que permanecieron suspendidas hasta octubre de 1832. Simultáneamente se estableció la Escuela de Tauromaquia de Sevilla. Esto generó múltiples críticas y burlas al coincidir el cierre de las enseñanzas superiores con la creación de las taurinas.

Finalmente, en octubre de 1836 se dictó una orden que trasladó definitivamente la Universidad de Alcalá a Madrid, convirtiéndose en la Universidad Central. El nuevo estado liberal quería tener una educación superior más moderna, reformada y accesible a la burguesía en la capital de España.

Alcalá de Henares en el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz

Para conocer la situación de Alcalá cuando se creó la Sociedad de Condueños podemos acudir al Diccionario Geográfico de Pascual Madoz (1845-1850). Este, cita a Alcalá de Henares como arciprestazgo de la diócesis de Toledo. Además, era partido judicial, audiencia territorial, pertenecía a la provincia de Madrid y a la capitanía general de Castilla la Nueva. La población de la ciudad de Alcalá era de 5.153 almas. El censo electoral era de solamente 389 votantes, al aplicarse el sistema de voto censitario.

Como datos físicos de la ciudad, Madoz describía los siguientes: cielo alegre y despejado, buena ventilación y clima saludable, aunque algo frío. La actividad económica principal era la agricultura, aunque también había fábricas de harinas, jabón, curtidos, escayola, baldosas, ladrillos, bebidas gaseosas, fideos, muchas alfarerías de loza ordinaria, telares ordinarios, hornos de yeso y molinos de chocolate.

 

Los años 1850 y 1851

Como consecuencia de este devenir histórico de Alcalá, sucedieron en 1850 los hechos que originaron la inolvidable actuación de los condueños. Tras la adquisición en exclusiva por el conde de Quinto de los edificios que fueron Universidad la situación se deterioró profundamente: lo primero que hizo fue desmontar las campanas de la capilla de San Ildefonso, que estaban hechas con el bronce de los cañones capturados en la conquista de Orán, y llevarse la reja de Juan Francés de la capilla de San Ildefonso y el retablo de Juan de Borgoña. Luego, desmanteló las cresterías del Patrio Trilingüe y demolió el arco de ladrillo que separaba la calle de Pedro Gumiel con la Plaza Mayor. Al decir de algunos, éste fue “el rayo que hirió el corazón de los complutenses”. Simultáneamente, se descubrieron los restos mortales del cardenal Cisneros y se trasladaron desde su sepulcro de la Capilla de San Ildefonso a la iglesia Magistral, también con la participación de los vecinos de Alcalá.

Mientras esto sucedía en Alcalá, en Madrid se inauguró el 31 de octubre de 1850 el edificio del Congreso de los Diputados en la Carrera de San Jerónimo y tuvo lugar su primera sesión parlamentaria. Veinte días después se inauguró el edificio del Teatro Real de Madrid, con la interpretación de la ópera “La Favorita” de Donizetti ante dos mil personas y la reina Isabel II, que celebraba ese día su cumpleaños. Las catorce óperas representadas allí en la temporada 1850-1851 nos ponen de manifiesto cuales eran los autores que triunfaban en España en aquel momento. Siete eran de Donizetti, que acababa de morir dos años antes y estaba en la cima de su fama. Era el autor favorito del público madrileño. Al decir del poeta alemán Heine: “Donizetti era un hombre de un gran talento, pero de una fecundidad todavía más notable, solo superada por los conejos”. El resto de las óperas de la temporada fueron tres de Bellini y otras tantas de Rossini: también se representó la ópera Ernani del joven Verdi que, a la postre, se convertiría en el compositor favorito del coliseo madrileño.

La historia de la construcción del Teatro Real es ejemplo de la penuria económica que atravesaba España durante estas décadas iniciales del siglo XIX. Fernando VII ordenó remodelar la Plaza de Oriente y dentro de este proyecto estaba la construcción de un nuevo teatro que sustituyera al anterior coliseo de los Caños del Peral, que fue derribado en 1817. La primera piedra se puso en 1818 pero las obras no se iniciaron hasta 1830. Una vez empezadas, la escasez de fondos originó que la construcción se prolongara durante dos décadas.

Mientras nacía la sociedad de condueños en 1850 y 1851, en el Palacio de Oriente nacían los primeros hijos del matrimonio formado por Isabel II y su primo hermano, por partida doble, Francisco de Asís, que se habían casado en 1846. En primer lugar, en mayo de 1849, Luis falleció en el útero de su madre. En 1850 y 1851 nacieron Fernando, que murió el mismo día del parto, e Isabel, que luego sería conocida como la “La Chata”. En esta época había en la corte múltiples rumores e intrigas sobre el matrimonio real y la paternidad de sus vástagos. Se atribuían múltiples amantes a la reina (el general Serrano, el coronel Gándara, el compositor Emilio Arrieta, el marqués de Bedmar, el capitán Ruiz de Arana, etc.). Por su parte, también se señalaban amantes al rey consorte. Semejante desbarajuste incidía en el gobierno de España, puesto que los enfrentamientos entre los reales cónyuges, sus filias y fobias, incidían en los nombramientos de los sucesivos gobiernos.

Alcalá de Henares: de ciudad universitaria a ciudad militar

Como consecuencia de las exclaustraciones de las órdenes religiosas masculinas y el traslado de la universidad a Madrid, Alcalá culminó la decadencia que ya se ha descrito y se convirtió en una ciudad repleta de edificios sin utilidad y con muchos menos habitantes: 4.571 en 1826 y 3.968 en 1839. Por ese motivo, se concibió la idea de dar a los inmuebles abandonados una utilidad militar, puesto que los centros educativos y los conventos se podían adaptar fácilmente a las necesidades del mundo castrense.

Previamente, se habían instalado en Alcalá de Henares la Academia de Ingenieros a partir de 1802 y la Academia de Artillería, desde 1829, en el colegio de Caballeros Manriques. En 1839 once grandes edificios universitarios se traspasaron al Arma de Caballería. En el año 1850 la Reina Isabel II firmó un decreto creando las dos nuevas academias de oficiales. Una de las academias, la de los oficiales de Caballería debía establecerse en Alcalá de Henares y la de Infantería en Toledo. El 7 de enero de 1851 quedó instalado el Colegio Militar de

Caballería en las centenarias aulas de la Universidad Complutense, que ya eran propiedad de la Sociedad de Condueños. Para atender las nuevas necesidades militares la iglesia de San Ildefonso fue convertida en pajar y el patio de los Filósofos en picadero. La primera promoción estuvo formada por 19 cadetes que se graduaron en julio de 1851 y la segunda por 16 que recibieron sus despachos en enero de 1852. Estos cadetes eran muy jóvenes y eran aficionados a las novatadas y las gamberradas; por ejemplo, es recordada la que cometieron dos de ellos al descolgarse por el tejado hasta el pajar y sacar huesos de los enterramientos. Restos humanos que colocaron en la cama del capellán como venganza por intentar aplicar la disciplina entre ellos. Esa noche los cadetes descubrieron el sepulcro del Divino Vallés -célebre médico que había fallecido en 1592- y llegaron a ver su cadáver vestido con el traje de doctor.

Los edificios se encontraban en una situación pésima y, por eso, el teniente general Shelly propuso a los condueños que el ejército los comprara o le fueran cedidos definitivamente para poder acometer las importantes obras de acondicionamiento. Como la propuesta fue rechazada, la Academia de Caballería se trasladó a un edificio que iba a ser cárcel en Valladolid. Por cierto, allí estudió como cadete mi tatarabuelo Enrique, que promocionó a oficial de caballería en junio de 1857.

Alcalá de Henares se convirtió, de alguna manera, en capital de la caballería española en el contexto de las importantes reformas que emprendió el teniente general Valentín Ferraz. De esta forma, durante el siglo XIX estuvieron acuartelados en Alcalá de Henares veintiún regimientos de caballería, prácticamente todos, y en algún año hasta seis residieron simultáneamente en la ciudad. Por eso, otro de mis tatarabuelos, este se llamaba Tulio, ingresó como soldado en marzo de 1856 y obtuvo su primer destino en Alcalá de Henares, en el regimiento de lanceros de Santiago. Tenía 16 años y su padre era el coronel de esa unidad. Dos meses después participó en su primer combate cuando los progresistas se sublevaron en Madrid los días 15 y 16 de julio y su regimiento partió de Alcalá para defender al gobierno legítimo en las calles de Madrid.

A mediados de siglo se construyó una importante infraestructura militar sobre los terrenos del colegio franciscano y la iglesia de San Diego: el cuartel de San Diego. En 1865 estaban allí los regimientos de coraceros del Rey y de la Reina.

 

Conclusión

Siempre me ha parecido fascinante aquella decisión de los vecinos de Alcalá de Henares de proteger los edificios de la Universidad de Cisneros a la vista de los peligros que acechaban a un patrimonio histórico y artístico tan importante. Además, tenían la esperanza de que la universidad volviera a la ciudad complutense. Durante muchas décadas trabajaron para que los edificios no perdieran su función educativa y consiguieron su anhelo en 1977 con la creación de la Universidad de Alcalá. Una universidad de la que debemos estar muy orgullosos: tiene 27.800 alumnos matriculados, goza de una gran capacidad de atracción de alumnos extranjeros, siendo la segunda universidad pública de España con 3.948 extranjeros. También destaca por su empleabilidad y por eso varios de sus grados están entre los mejores de España por ese motivo. Finalmente, es una de las mejores universidades públicas por la calidad de la investigación.

Los Condueños invirtieron su dinero en favor de la historia, el arte y la educación, no querían obtener beneficio económico alguno, sólo deseaban preservar estos valores tan esenciales para cualquier sociedad. Tras conocer que iba a tener el honor de hablar ante este auditorio, pensé que podría ser interesante explicar cuál era la situación de España y Alcalá de Henares cuando que se compraron los edificios de la manzana universitaria y se creó la Sociedad de Condueños. Era un momento muy difícil donde el pesimismo y la decadencia estaban instalados después de décadas de guerras, conflictos civiles y penuria económica. Y en ese contexto unos ciudadanos generosos, con ilusión, dieron un paso al frente que nunca agradeceremos lo suficiente las generaciones futuras, ya que salvaron unos importantísimos edificios que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Quiero felicitar a la Sociedad de Condueños por lo que hicieron sus antepasados, pero, también, por lo que siguen haciendo en la actualidad en favor de Alcalá y su patrimonio histórico y artístico. Por este motivo fue una gran satisfacción para mí que, siendo vicepresidente de la Comunidad de Madrid y consejero de Educación, la presidenta Isabel Díaz Ayuso concediera a la Sociedad de Condueños la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo en abril de 2023, algo enormemente merecido. ¡Enhorabuena por estos 175 años de existencia!